sábado, 15 de noviembre de 2014

¡Viva San Alberto Magno!


Amor químicamente puro

Antes de conocerte.
Yo era un átomo inerte y olvidado
sin eléctrica esfera de atracción
cuando llegaste cual ion, cargado,
provocando en mí, química reacción.

Sin electrones de valencia a mano,
tu electronegatividad me halló perplejo
y por la cinética del amor humano
para tu dicha me volví complejo

Aquí me tienes por completo ionizado
balanceando tus cargas con las mías,
pues me encuentro más electrizado
que los cambios redox de las baterías.

Y es que al ver tu espectro en delta H
fue tan grande y tan fuerte mi emoción
que al instante me cambió el pH
sintiendo radiactiva sensación.

Yo te ofrezco mi amor alquitranado
destilado quince veces al platino
y otras treinta más, cristalizado
por tu hibridación molecular de alquino.

Y en medio de mi trance halogenado
que ante un catalizador quiral, dipola;
ya me sabe a sidral el amoniaco
y el sulfúrico a pura coca-cola.

Espero que no derrames con frecuencia,
las sustancias que aforas con probeta,
ni evapores con entalpía ardiente
mi corazón a sequedad completa.

Por eso, si dudas que mi amor sulfura
yo te tengo un anillo de benceno
y si insistes, la doble ligadura,
que se estremece en el fugaz penteno.

Si me crees más oxidante que el ozono
no me trates con cianuro venenoso
ni con dicloro-difenil-tricloroetano,
neutralízame con el ácido cloroso

El impuro etanol que me acompaña
en tan inminente soledad y pena,
con su grupo oxidrilo no me daña
como me daña el presentirte ajena.

Sólo tiene un consuelo mi aflicción,
en saturada solución como posible,
es que siendo mi mal del corazón
su punto de equilibrio es reversible.

Cortesía de la profesora Irma Gavilán de la Universidad Autónoma de México. ¡Gracias Irma!

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